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ANTXÓN GÓMEZ - Coleccionista de profesión
Bancos de Friso Kramer para las Olimpiadas de Múnich del 72, butacas de Osvaldo Borsani, lámparas de Mario Botta, piezas de Tobia Scarpa y un largo etcétera. «El secreto para hacer una buena adquisición es que vendedor y comprador se sientan satisfechos –confiesa–. Durante mucho tiempo he comprado muebles y objetos cuyos propietarios desconocían su valor, por ello he podido conseguir piezas magníficas», nos dice. Después de 30 años reuniéndolas se siente liberado porque lo tiene todo catalogado: datado y fotografiado. Ahora queda la anécdota.
Se define como un trapero de lujo y explica que este afán se inició en su infancia donostiarra con las monedas, los minerales o las cajas de cerillas. Su llegada a Barcelona en los años 70 marcó el inicio de su profesión como director de arte y, también, su mejor excusa para conseguir una colección indefinible en la que conviven objetos populares y bizarros diseños con firma. «Mi colección está ligada íntimamente a mi trabajo –justifica–. Cuando me enamoro de algo pienso que acabará en algún lugar, que encontrará su sitio, y eso me anima». Las piezas van y vienen; algunas se han ido quedando por el camino. Pero la esencia permanece en este almacén donde los objetos siguen dispuestos a vivir futuras peripecias. «Yo soy un ecléctico total aunque, en el fondo, me confieso minimalista... como le sucede a Almodóvar», puntualiza.
Lo dice porque conoce bien al director manchego, ya que ha participado en la mayoría de sus películas y ha sido nominado al Premio Goya a la Mejor Dirección Artística por tres de ellas: La piel que habito, La mala educación y Todo sobre mi madre. Aunque el ansiado Goya le llegó con la primera parte de Che, el filme del director norteamericano Steven Soderbergh. Sus últimos trabajos en la gran pantalla no se han estrenado todavía en España. Son Messi, un documental de Álex de la Iglesia sobre el futbolista del FC Barcelona, y la cinta Nao Pare nao Pista: A Melhor História de Paulo Coelho, de Daniel Augusto. Mientras, sus compromisos con los rodajes de publicidad no censan.
«Lo mío es una pasión, no un negocio –destaca–, pero alquilar las piezas me ayuda a preservarlas. La gente ha tirado mucho, lo hace todavía. Se han perdido magníficos muebles de plástico o de fibra inyectada, diseños de Kartell o de los inicios de Ingo Maurer. Y en los objetos se puede observar la evolución de la vida. Lo vemos en algo tan simple como pueden ser los envoltorios de las cuchillas de afeitar».
Entre las joyas de su colección se encuentran los primeros diseños de Tresserra, la mesa de despacho del personaje que interpretaba Antonio Banderas en La piel que habito, lámparas de Fase o Metalarte y, sobre todo, papeles pintados de distintas épocas y procedencias, la mayoría de ellos de Bélgica. Dicen que para encontrar pequeñas joyas hay que tener tiempo. Y Antxón lo ha sacado de debajo de las piedras porque, según confiesa, «no hay nada comparable a llenar el coche de trastos».
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