sábado, 9 de marzo de 2013

CRÍTICOS COMPARANDO CHURRAS CON MERINAS


Hoy, en el suplemento cultural Babelia de El País aparece este artículo firmado por David Cohn. A decir verdad, después de leer el artículo no se qué ha querido decir el crítico. ¿Que no le ha gustado la casa de Aires Mateus? ¿Y quién le ha pedido su opinión? ¿Es que ese día no tenía nada que decir? Decir con esa ligereza que la casa de Aires Mateus esta destinada desde su concepción a ser portada de una revista me parece tremendo. Para gustos, colores. Él no va a vivir en la casa, así que si no le gusta, que se calle la boca y haga críticas constructivas, no bombardear lo que se sale de su gusto artístico como crítico de vete tu a saber. 

Yo admiro la obra de arquitectos de los sesenta y setenta como Sert o de la Sota. Sus casas siguen siendo actuales e igual de funcionales que cuando las diseñaron, pero no hace falta echar por tierra el trabajo de Aires Mateus solo para ensalzar la figura de Manuel de las Casas, que es un buen arquitecto, pero ninguno es mejor que el otro, son dos maneras de ver la arquitectura, como miles hay en la actualidad. Me parece que David compara torpemente esos argumentos y parecen mas bien escritos con una desidia tremenda, quizá porque el artículo se lo pidieron la tarde anterior y no tenía ningún tema del que hablar. Sobre todo venir ahora a comparar una portada de abril de 2011 de una revista tan excelente como es Architectural record. Mire David, le recomiendo que el próximo artículo se lo dedique a Francisco Silvestre, un buen arquitecto valenciano. 


Cegados por la arquitectura mediática - David Cohn

Dos maneras de entender la profesión. Una casa destinada a ser portada de revista y dos bloques de viviendas basados en la utilidad. El deslumbramiento frente a la discreción

Una tarea básica del crítico es la de examinar su propio papel dentro de su especialidad, de mantener una vigilancia crítica sobre el impacto de su propia mirada. Ante la pérdida generalizada de confianza en la manera de hacer arquitectura que sufre España en estos momentos, este papel de autocrítica se hace más relevante que nunca. En un proceso darwiniano y de efectos perversos, los medios han llegado a funcionar como un mecanismo de retroalimentación para fomentar las tendencias más extravagantes, mientras condenan a otras a la oscuridad. Y quizás las claves de una renovación de la arquitectura se encuentren precisamente dentro de ese lado oscuro e ignorado.
Después de trabajar más de veinte años en la difusión de la arquitectura, uno empieza a darse cuenta de las contradicciones que conlleva el azaroso proceso de seleccionar obras para publicar. Pasan por la mesa del corresponsal proyectos de un mérito indudable, realizados con rigor y buen gusto, cuidadosamente desarrollados para servir a las necesidades de sus usuarios dentro de un presupuesto razonable. Son edificios de armoniosas proporciones, buenos acabados y un manejo experto de la organización interna, la luz y el espacio. Pero uno sabe de antemano que tiene pocas posibilidades de convencer a un editor en Nueva York, Londres o Berlín de que merecen ocupar un sitio en sus páginas.
Luego, el mismo editor te encarga un reportaje sobre un edificio espectacular, muchas veces defendido como una investigación formal sobre un tema u otro, pero lleno de negligencias, extravagancias y sobrecostes. El caso de una casa en Leiria, Portugal, proyectado por los hermanos Francisco y Manuel Aires Mateus, lo ejemplifica. Su forma era tan sencilla y directa como el dibujo de un niño, una caja blanca con cubierta a dos aguas. Pero como no había ni espacio ni ventanas en la caja, los dormitorios estaban enterrados en una amplia planta subterránea, con patios de luz que se asomaban al jardín. Los agujeros, de tres metros de profundidad, estaban sin protección para que el corte se quedara nítido en el césped. "¿Barandillas? ¡Qué horror!", respondió Manuel a las preguntas del corresponsal. Y los clientes, encantados con su casa, tenían un niño de cinco años jugando por allí. El reportaje fue imagen de portada en la revista norteamericana Architectural Record. Y si no tuviera esos agujeros, junto con otras curiosidades que no merecen comentario aquí, nunca hubiera atraído la atención de la revista.
Sin embargo, existe otra arquitectura, buena pero invisible, que escapa del radar de los medios más populares e internacionales. y del público en general, pero que goza de una reputación sólida dentro de la profesión, en las escuelas y las revistas especializadas.
En España, esta tradición se remonta por lo menos a la primera arquitectura racionalista de Madrid, en la época de la Segunda República, que se desmarcó de las propuestas más radicales de Le Corbusier o la Bauhaus. Frente a una retórica de ruptura con el pasado, arquitectos como Martín Domínguez y Carlos Arniches desarrollaron un racionalismo ligado a la sencillez de las casas populares, al rigor de un neoclasicismo depurado (su maestro era el gran Secundino Zuazo) y a las técnicas constructivas disponibles. Formaban parte del movimiento cultural y reformista surgido alrededor de la Institución Libre de Enseñanza (los dos realizaron obras emblemáticas para la Residencia de Estudiantes y la Junta para la Ampliación de Estudios). Apenas se mencionan en las historias generales del Movimiento Moderno. Pero junto con sus contemporáneos, establecieron una manera de ejercer la arquitectura que pervive aun hoy en España, basada en la funcionalidad, la sabiduría técnica y unos valores esencialmente humanistas y progresistas que se mantienen por encima de cualquier ideología en particular.
Los herederos de Arniches y Domínguez, y de sus sucesores en las décadas de los cincuenta y sesenta, son los arquitectos que han protagonizado la modernización de España. Sus grandes logros no han sido los proyectos deslumbrantes que últimamente han captado tanta atención, sino una infinidad de modestas intervenciones de barrio—escuelas, clínicas, bibliotecas, parques, plazas, centros deportivos, centros de día, guarderías, etcétera— que han ido vertebrando el renovado paisaje cívico de la democracia. Aquí se encuentran esos proyectos de armoniosas proporciones, buenos acabados y manejo experto de la luz y el espacio. En los últimos años no faltan intentos de acoplarse a las modas. Pero si se rascan un poco sus envolturas de colores chirriantes, chapas perforadas y celosías de bambú, se encuentra la arquitectura de Arniches y Domínguez, con todo su rigor profesional y dignidad humana.
Las obras cumbre de este movimiento invisible son las viviendas colectivas de promoción pública. Ningún otro programa exige tanto del arquitecto, debido a sus exhaustivas normativas y restrictivos presupuestos. Pero la arquitectura española ha encontrado en estas limitaciones un tema inextinguible de exploración, un hecho que se puede comprobar en la infinidad de variaciones sobre la materia que se encuentran en los nuevos barrios de Madrid, Barcelona y otras capitales. Ahora sobran viviendas, pero desde los años cincuenta del siglo pasado hasta hace bien poco siempre han faltado. La arquitectura española lleva un aprendizaje en esta especialidad de más de sesenta años.
Esta gran tradición sigue viva en obras como una manzana en el nuevo barrio de Salburua en Vitoria-Gasteiz proyectada por Manuel de las Casas y sus hijos Icíar y Sergio, especialistas en este tema desde los años setenta, cuando Manuel de las Casas y su hermano Ignacio participaron en las primeras promociones de vivienda pública de la transición. Es un proyecto, nunca antes publicado, que podemos contraponer a la frivolidad de la casa blanca en Portugal: dos bloques sobrios, sencillos y elegantes, envueltos en chapas de zinc —un uso insólito de un material tan noble en una obra de presupuesto tan ajustado—, con huecos amplios y regulares, aristas nítidas y volumetría cincelada. Por dentro, las distribuciones de las viviendas son flexibles, eficaces y variadas, los espacios luminosos. Es una arquitectura construida sobre valores tanto morales y sociales como formales. Sin embargo, como el lector puede comprobar, no es el proyecto que recibe más protagonismo en las fotos que ocupan la página que tiene entre sus manos.

Aquí tenemos la casa de Aires Mateus que tanto critica el autor del artículo


Y aquí el bloque que ensalza. Pueden ver un poco más de este edificio en esta página.

Y como soy así de magnánimo, aquí muestro la revista en cuestión, Architectural Record, tanto la portada como el artículo del interior. En ArchDaily hay un buen reportaje fotográfico sobre esa obra de Aires Mateus. Y la revista El Croquis dedicó su número 154 a Aires Mateus y, vaya casualidad, esa casa que tanto disgusta a David, está en su interior. Por algo será si El Croquis (tótem de revistas arquitectónicas) la ha publicado.



2 comentarios:

  1. No se puede ser tan duro. Es facil descalificar a los demás. Además tú tampoco tienes argumentos para defender la arquitectura de Aires mateus, más allá de que te sientes más próximo y coincide con tu gusto arquitectónico.

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    1. Te doy la razón en lo que dices. Gracias por comentar y un saludo.

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